junio 27, 2012

Ascendencia americana de Ignacia Quintanar (1802-1865)

     Ignacia Quintanar es nuestra 16ª tatarabuela. Su nombre completo es María Ignacia Delgado Quintanar, pero todos la conocían por su apellido materno, teniendo en cuenta las circunstancias especiales de su nacimiento (ver historia).

Ignacia Quintanar (1802-1865),
nuestra tatarabuela n° 16
     Ignacia es la única tatarabuela que nació en México (San Juan del Río, Queráaro), y representa el 6.25% de nuestra ascendencia. Tenemos la seguridad de que el 83.5% restante es de origen europeo, pues nuestros otros 15 tatarabuelos nacieron en España (Juan Bernardo Domínguez y Gálvez, el esposo de María Ignacia, nació en Cuba, pero sus padres eran españoles). En cambio, no sabemos con certeza qué origen tiene ese otro 6.25%. En concreto, que parte de ese porcentaje es europeo y que parte americano.

     Por la muestra de ADN mitocondrial que hemos revisado en una de sus descendientes -y por línea exclusivamente femenina-, sabemos que Ignacia tenía ascendencia indígena americana (ver post anterior).

     Los padres de Ignacia representan, cada uno, el 50% de su ascendencia. Los abuelos, el 25% y los bisabuelos, el 12.5%. 

     Si examinamos el origen de sus ocho bisabuelos nos encontramos lo siguiente: 
  1. José Francisco Delgado de Landa (1710): español, 100%. Era Escribano Real.
  2. María Rico de Rojas y Zúñiga (1714): española, 100%. Pertenecía a familias españolas conocidas de Querétaro.
  3. Pedro de Silis y Sánchez Grimaldos (1715): español, 100%. Fue Alguacil Mayor en San Juan del Río. 
  4. Teresa Gutiérrez de Romero (1721): suponemos, al menos un 75% española, por estar casada con un Alguacil Mayor.
  5. Francisco Javier Quintanar (1707): al menos el 75% español. Conocemos sus antepasados desde que llegaron de Ciudad Real (antes de 1625). Era Capitán de las milicias provinciales. Pudo haber tenido algo de sangre mestiza, pues no tenemos la seguridad del origen de tres de sus abuelos.  
  6. Juana Pérez de Bocanegra (1713): al menos, el 75% española. Su padre fue Alguacil Mayor de San Juan del Río y Capitán de Caballos de Corazas en Querétaro. Ella fue hija natural. No sabemos con certeza quién fue su madre.   
  7. Cristóbal Santiago de Soto (1715): 100% español. Era Alguacil mayor en San Juan del Río.
  8. María Dolores Ruiz Servín (1718): al menos 75% española. De ella es la única de la que tenemos la seguridad de que tenía un porcentaje de sangre indígena, por los exámenes de ADN que hemos revisado en la actualidad en una de sus descendientes por vía femenina. Alguna de sus antepasadas mujeres (su madre, o su abuela materna, o su bisabuela materno-materna, etc; probablemente en el siglo XVI o antes) fue una indígena americana.
     En los siglos XVII y XVIII, para que un hombre o mujer fueran considerados “españoles”, se tenía que notar en su aspecto exterior, su cultura, etc. Los ocho bisabuelos de Ignacia eran tenidos como españoles.

     De los ocho bisabuelos de Ignacia, consideramos que de cuatro de ellos es bastante seguro que tuvieran el 100% de sangre española, por su posición en la sociedad. Por ejemplo, para ser Alguacil Mayor en una población, el aspirante tenía que someterse a un examen de limpieza de sangre. Normalmente, sus esposas también tenían que demostrar su pureza de sangre que, sobre todo era ausencia de sangre mora o judía (no tanto mestiza). De los otros cuatro, no tenemos la seguridad de que hayan sido 100% españoles. Suponemos en ellos un mínimo de 75% de sangre española. En ninguno de ellos hemos encontrado, directa y claramente, ascendencia indígena.

     Si la suposición que hemos hecho es correcta, María Ignacia pudo haber tenido como máximo un 12.5% de sangre indígena americana.

     Como el porcentaje de herencia que nosotros (sus tataranietos) tenemos de ella es el 6.25%, la conclusión es que nosotros tendríamos no más de, aproximadamente, un 0.78% de sangre indígena. Sin embargo, es posible que tengamos un porcentaje aún menor, limitado a ese “hilo de sangre indígena” que tenía doña Dolores Ruiz Servín, a través de quizá una de sus bisabuelas o tatarabuelas.

     Aun así, ese pequeño porcentaje de sangre indígena, tiene una significación importante en cada uno de nosotros (los que llevamos ese ADN en nuestras mitocondrias), pues representa nuestro "enraizamiento" a la tierra del continente americano.

     Hace unos 15 mil años llegó a América una mujer que tuvo una hija, y esta otra, y esta otra…, y así, hasta llegar a nuestra generación. Además, con toda probabilidad, hemos de decir que todas esas mujeres, nacieron en América, de manera ininterrumpida. Es impresionante que podamos conocer esto, a través del examen de nuestro ADN mitocondrial.

ADN de nuestro último apellido en cada generación

1. El último apellido de cada generación

     En el mundo hispano, todos solemos tener dos apellidos: el de nuestro padre primero (Cano), y luego el de nuestra madre (Sordo). Si pasamos a la generación anterior, la de nuestros abuelos, el orden de los apellidos es el siguiente: 1° abuelo paterno (Cano), 2° abuelo materno (Sordo), 3° abuela paterna (Faro) y 4° abuela materna (Madaleno). Por lo tanto, en nuestro caso, el último apellido en esta generación ya no es Sordo, sino Madaleno (bajar archivo .pdf sobre nociones de genética poblacional en el primer párrafo de esa página).

Ignacia Quintanar (1802-1865),
nuestra tatarabuela "más materna"
      El último apellido, en cada generación, es el más materno de todos. Por eso nunca es el mismo. Por ejemplo, si hacemos la lista de nuestros 16 tatarabuelos (ocho hombres y ocho mujeres), la tatarabuela n° 16 (Ignacia Quintanar) es la más materna de todas, porque es la madre de nuestra bisabuela materna (Paz Domínguez), la abuela de nuestra abuela materna (Carmen Madaleno), la bisabuela de nuestra madre (Conchita Sordo). Representa una línea totalmente femenina de madres, hasta llegar a nuestra madre.

     En la cultura occidental, se dá más importancia al padre en la trasmisión del apellido. Pero si nuestro régimen fuera matriarcal, tendríamos un apellido totalmente distinto del que tenemos: el trasmitido a través de las mujeres de nuestra familia.

     En cierta manera, la herencia más "física", más ligada a la tierra, que tenemos, es precisamente esa herencia femenina de la madre que nos trajo al mundo en un lugar determinado del planeta, siendo, a su vez, ella dada a luz por su madre (nuestra abuela materna) y así sucesivamente hasta la "Eva mitocondrial" y luego hasta la "Eva real".

2. Nuestro "ADN mitocondrial"

     En el post anterior ("El ADN del apellido CANO") revisamos los resultados del examen de ADN del cromosoma-Y de nuestra línea "principal", es decir, de la primera línea de varones de nuestra familia. Ahora veremos el resultado del examen de ADN de nuestra línea femenina: la del nuestro "último apellido". Es el ADN que se encuentra en las mitocondrias de nuestra madre (Conchita Sordo) y de todos sus siete hijos. Aunque también lo tenemos los hijos varones, sólo lo trasmiten las hijas mujeres a su descendencia.
Diferencia entre el ADN del núcleo
y el ADN mitocondrial

     Las mitocondrias son partículas de las células que tienen muchas propiedades adecuadas para la genática poblacional, pues contienen restos de material genético, es decir, de ADN. Ese ADN tiene la característica especial de que no se combina, pues no forma parte del ADN del núcleo de la célula, en donde están los 46 cromosomas que cada uno tenemos.

     En resumen, lo que la muestra de ADN mitocondrial nos revela es que la línea "exclusivamente femenina" de nuestras antepasadas (madre, abuela materna, bisabuela materno materna, etc.) procede de una mujer que, hace unos 15 mil año, atravesó el Estrecho de Bering (o Puente de Beringia) y llegó a América con los primeros hombres que poblaron este continenete.

     Esa mujer, tuvo una hija, y esa hija tuvo otra hija; y, así, de hija en hija, el ADN de esa primera mujer ha llegado a las antepasadas nuestras que ocupan el último lugar en cada generación. Por ejemplo, en la generación de los sextos abuelos (formada por 128 antepasados), la que lleva ese ADN es la útima 6a. abuela (la n° 128 que, en nuestro caso, es Dolores Ruiz Servín).

3. Viaje genético desde la "Eva mitocondrial" hasta nuestra generación  

     Los resultados obtenidos de la muestra de ADN mitocondrial (que se tomó Titi Cano Sordo), que enviamos a los laboratorios del The Genographic Proyect, nos revelan que e trata del ADN correspondiente al Haplogrupo A (Subgrupo A). Hay cinco haplogrupos de mujeres emigradas a América (A, B, C, D y X). Todos proceden de Asia y, más remotamente, de África.

     El viaje que hicieron nuestras antepasadas desde África es como sigue:

- Hace unos 150 mil años, vivió en África una mujer, de la cual procedemos todos los hombres actuales. La llamamos "Eva mitocondiral" porque, a través del examen del ADN mitocondrial, podemos inferir este dato.
- Hace unos 80 mil años, una descendiente de esa muejer sufrió una mutación en su ADM mitocondrial (llamada L3). Algunos de sus descendientes, hace 50 mil años, fueron los primeros hombres en salir de África.
- Una de sus descendientes, hace unos 50 mil años,  sufrió otra mutación (llamada N) cuando se dirigía su clan hacia Asia, atravesando las montañas del Nudo de Pamir.
- Tiempo después (hace unos 40 mil años) una mujer que vivía entre el mar Caspio y el Lago Balkai, en Asia Central, sufrió otra mutación (llamada A) y sus descendienes se dirigieron a Siberia, donde vivieron unos 20 mil años en condiciones climátologicas de extremo frío.
- Una descendiente de esa mujer, hace unos 15 mil años, atravesó el Estrecho de Bering, junto con unas pocas docenas de hombres, y se dirigió por un corredor que forman las montañas rocosas, a las grandes planicies del centro de Norte América.
- Por fin, una descendiente suya (no sasbemos cuándo) llegó al Bajío mexicano. De ella es descendiente, por vía femenina, doña Dolores Ruiz Servín, que nació en Querétaro hacia el año de 1718, y que es la bisabuela materno-matrerna de nuestra tatarabuela, Ignacia Quintanar (1802-1865).

     Para obtener más información, se pueden ver más datos en la página de nuestros BISABUELOS.   

junio 24, 2012

CANO (el ADN de este apellido en nuestra familia)



Cromosoma Y
1. Una experiencia insólita

     Durante los últimos meses (años 2011 y 2012) varios miembros de nuestra familia se han hecho un examen de ADN en los laboratorios del Proyecto Genográfico de National Geographic, en Estados Unidos. Se pide un kit con lo necesario para efectuarse el examen (cuesta cien dólares), se envían las muestras a California y, aproximadamente ocho semans despúés, aparecen los resultados del examen en la web que tiene este proyecto, que se ha propuesto llevar a cabo estudios de genética poblacional en todo el mundo (bajar archivo .pdf sobre nociones de genética poblacional en el primer párrafo de esa página).

     Hay dos tipos de examen. El primero es el examen de ADN mitocondrial (mtDNA). Se puede hacer tanto en varones como en mujeres, pero el resultado que proporciona se refiere a la línea exclusivamente femenina de los antepasados. Es decir, nos revela el ADN mitocondrial de nuestra madre, que es el mismo que tenía la madre de nuestra madre, y así sucesivamente. Este ADN (que es distinto del que está localizado en el núcleo de cada célula) sólo lo trasmiten las mujeres. Los hombres también lo tenemos, pero no lo trasmitimos a nuestra descendencia.

     El segundo tipo de examen se lleva a cabo en el cromosoma Y de los varones (las mujeres no lo tienen; ellas tienen sólo el cromosoma X). El ADN contenido en ese cromosoma se trasmite por vía masculina, de padre a hijo. Este examen es el que nos interesa ahora analizar (ver más datos en la página de Bisabuelos.

2. El ADN de los varones CANO de nuestra familia: muy común en el Oeste de Europa

     La muestra de ADN que se analizó en California es del cromosoma Y de Alfonso Cano Sordo, hijo de Víctor Cano Faro, nieto de Víctor Cano Ruiz y bisnieto de Leandro Cano Gracia. En cada uno de estos antepasados nuestros, y en todos los demás que siguen la línea CANO hacia atrás en el tiempo, el ADN del cromosoma Y es el mismo, pues se trasmite de padre a hijo sin experimentar ninguna variación. Las únicas variaciones que se experimentan a lo largo de los año, son las llamadas mutaciones genéticas, que son muy poco frecuentes (cada miles de años) y nos sirven como marcadores genéticos, para determinar los grupos genéticos (o haplogrupos) que existen y han existido en la tierra.

     El ADN del Cromosoma Y de los CANO ha sido clasificado como perteneciente al Haplogrupo R1b, M343 (Subgrupo R1b1a2, M269). 

      El haplogrupo R1b probablemente se originó en el sudoeste asiático antes o durante la última glaciación (hace 20 mil o 30 mil años). Se encuentra, principalmente, en individuos del Oeste de Europa. Por ejemplo, lo tiene el 70% de los hombres que viven en el Sur de Inglaterra, el 70% de los españoles y el 60% de los franceses. En algunas regiones del norte y oeste de Inglaterra, Gales, España, Portugal e Irlanda ese número supera el 90%. En el noroeste de Irlanda es del 98%. Ver distribución del haplogrupo R1b.

     Los más altos porcentajes del marcador R1b1 a2, M269, en España están: en el País Vasco (87.1%), en Cataluña (81.3%) y en Castilla-La Mancha (72%). Esto puede ser un indicio de que los CANO de Pozuelo de Calatrava (Ciudad Real), llegaron ahí, como la mayoría de los repobladores de esa zona, procedentes del norte de la península, en donde es más alto el porcentaje de hombres con un ADN que revela un origen pre-romano, como veremos.
 
3. El viaje de nuestros antepasados: desde África hasta el oeste de Europa 

     Los marcadores genéticos del cromosoma Y de los CANO son los siguientes: M168 > P143 > M89 > L15 > M9 > M45 > M207 > M173 > M243.  Son nueve marcadores. Siete de ellos (que van en negritas) han sido bien estudiados y se sabe cuándo y dónde aparecieron, y qué tipo de hombres fueron los que los tuvieron por promera vez.

     Cada uno de ellos apareció en un momento determinado de la historia, en un lugar concreto, en un individuo que sufrió una mutación en su ADN del cromosoma Y, y que, a partir de entonces se convirtió en el padre común de un grupo filogenético.
Bisonte de las Cuevas de Altamira
(Cantabria, España)

     La mutación M168 apareció en un hombre del Noreste de África (en la región del valle del Rift: Etiopía, Kenia, Tanzania...), hace unos 50 mil años. En ese momento había terminado una glaciación, que en África se caracterizaba por una gran sequía y crecimiento de las zonas desérticas. En todo el mundo (todos en África), sólo vivían unos 10 mil hombres. Sin embargo, muchos de los descendientes de M168 fueron los primeros hombres en salir de África pues, gracias a las temperaturas más cálidad y húmedas, pudieron atravesar el desierto del Sahara y llegar hasta la parte más septentrional de África o el Cercano Oriente.

     Hace 45 mil años, en el Norte de África o Cercano Oriente, uno de los descendientes de M168 tuvo otra mutaciójn, la M89. En esa época ya había decenas de miles de hombres (homo sapiens). Cinco mil años más tarde, es decir, hace 40 mil años, comenzó otra glaciación. La sequía cerró el paso al oriente africano. Los hombres M89 que vivían en el Cercano Oriente se dirigieron hacia las llanuras de Irán, al Medio Oriente, y fue entonces cuando en esa zona o ya en el Sur de Asia, surgió otra mutación: la M9, que dió origen al Clan Euroasiático. Este grupo de hombres atravesó las grandes cordilleras del llamado Nudo de Pamir -Hindu Kush, Himalaya y Tian Shan-, y se establecieron en el Asia Central (de Kazajstan al sur de Siberia).

     Hace 35 mil año, ahí surgió un nuevo marcador (M45). Los glaciares se expandían en gran parte de Europa. Habría unos cien mil hombres en todo el mundo. Los M45 se dedicarían a la caza en condiciones climatológicas muy duras. Poco después, hace 30 mil años, aparece el marcador M207 y, casi inmediatamente, el M173, derivado del anterior, en el cual se agrupan los hombres que se dirigirán hacia Europa y colonizan todo el continente. Son los primeros europeos modernos (cromañones). La glaciación disminuye y abre paso a unos diez mil años de tierras fértiles en el norte de Europa. Es el Paleolítico Superior (cultura auriñaciense).     Hace 20 mil años, la ventana climática se cierra nuevamente y los habitantes del norte de Europa tienen que refugiarse en las tierras del sur (España, Italia, los Balcanes). Las tierras se hicieron más cálidas hasta aproximadamente 12 mil años atrás. Muchos M173 vuelven a las tierras del norte.

     Derivado del grupo humano M173, aparece en Europa el M343 y un subgrupo R1b1a2, M269. Uno de esos hombres fue antepasado directo de los CANO de Pozuelo de Calatrava y también, como veremos en otro post, de los SORDO del Concejo de Llanes (Asturias). Algunos autores, sostienen que el marcador R1b aparece apróximadamente hace 18 mil años.

    Este grupo humano (M343) dominó la población europea, especialmente en el oeste, de tal modo que un alto porcentaje de europeos actuales, en el oeste, como ya hemos visto, son descendientes suyos. Son los habitantes más antiguos de Europa. Estaban ahí antes que llegaran los indoeuropeos (son las lenguas modernas), los celtas, los romanos, los pueblos germánicos, etc.

    Es muy probable que nuestros antepasados directos, por línea de varón (apellido CANO o MARTÍN CANO), hayan vivido en el norte de España (quizá en el País Vasco o en Cantabria) desde épocas remotísimas (20 mil o 30 mil años), y hayan llegado ahí del norte de Europa y, antes, de las llanuras ucranianas.

enero 30, 2012

Las Ocho Grandes Ramas de nuestro Árbol Familiar


      Para reiniciar este año nuestra investigación genealógica familiar, nos ha parecido que podría ser oportuno comenzar por escribir en este blog ocho artículos que traten sobre las Ocho Grandes Ramas que parten de nuestros ocho bisabuelos.

      Cada uno de ellos —cuatro varones y cuatro mujeres— representa una de esas Ocho Grandes Ramas de nuestro árbol genealógico familiar.

      Esas Ocho Grandes Ramas son más o menos frondosas, según el caso. Algunas lo son mucho, como la gran rama que se origina en nuestro bisabuelo Cándido Madaleno Gasteasoro; otras son más pequeñas.

      Cada una de estas Ocho Ramas de ancestros está llena de sorpresas, datos curiosos, historias brillantes, y también vidas muy ordinarias y ocultas.

      En los ocho artículos que nos proponemos escribir en este año 2012, trataremos de ofrecer a los lectores de este blog un resumen de lo que nos ha parecido más interesante en la investigación que hemos llevado a cabo, según nos fuimos metiendo más y más entre el tupido follaje de las vidas de nuestros ancestros.

      Evidentemente, no quedará todo expuesto, y ni siquiera lo que quizá pudiera ser más destacado.

      Lo que haremos es escoger los sucesos, hallazgos, detalles…, que nos han dejado una impresión más viva en la memoria y ahora queremos dejar por escrito, antes de que pasen al olvido en la enredada maraña de la historia, que desde hace más de diez años hemos querido revivir en nuestro sitio web “BISABUELOS”.

      Así pues, comencemos por una breve visión de las Ocho Grandes Ramas de nuestro árbol genealógico.

1. Antepasados de Leandro Cano Gracia (1840-1896). Comandante de Infantería, del Ejército Isabelino. La gran mayoría de ellos son manchegos, originarios de Pozuelo de Calatrava, provincia de Ciudad Real. Ahí nació Leandro y de ahí fueron sus padres, abuelos, bisabuelos, etc. Algunos de sus antepasados más remotos provienen de otras poblaciones manchegas (Daimiel, Carrión de Calatrava, Almagro…), y también de Castilla.

2. Antepasados de Joaquín Sordo Pérez (1823-1907). Propietario de un huerto de manzanas y un lagar de sidra, en Asturias. Joaquín nació en el Concejo de Llanes, Asturias, lo mismo que casi todos los antepasados que conocemos de él.

3. Antepasados de Fidel Faro Arche (1847-1916). Maestro de Segunda Enseñanza en Valladolid y Cantabria. Sobre la sub-rama “Faro” no tenemos ninguna noticia, a pesar de haber tratado de encontrar datos sobre ella. Lo único que sabemos es que el padre de Fidel se llamaba Marcelino Faro, que al parecer nació en Riotuerto, Cantabria, y que su familia provenía de otro lugar (¿Galicia?, ¿Aragón?, ¿Cataluña?...). En cambio, de la sub-rama “Arche” sabemos más cosas: la mayoría de sus integrantes (antepasados de Fidel) eran cántabros de origen flamenco (valón, de Lieja, Bélgica).

4. Antepasados de Cándido Madaleno Gasteasoro (1834-1901). Propietario de la gran Hacienda de La Laja, en el estado de Querétaro, México. La inmensa mayoría de antepasados suyos eran originarios del País Vasco y, algunos pocos, de Castilla la Vieja. Algunas de sus ramas vizcaínas, guipuzcoanas y alavesas, se extienden hacia la época de los Parientes Mayores (siglos XIV y XV) y la Edad Media. Esta gran rama es la que más hemos estudiado y de la que más datos interesantes tenemos.

5. Antepasados de Manuela Ruiz Escajadillo (1856-1898). Cántabra de pura cepa, Manuela —mujer de Leandro Cano— nació en Ampuero y todos sus antepasados próximos son de esa región (Ampuero, Limpias, Aras,…). Una buena porción de sus ancestros provienen de la región de Espinosa de los Monteros, y eran pasiegos.

6. Antepasados de Ángela Mijares Merodio (1823-1887). Al igual que su marido —Joaquín Sordo—, Ángela era oriunda de Llanes, así como prácticamente todos sus antepasados conocidos, que no son muchos, pues hemos llegado sólo hasta quienes vivieron en el siglo XVII.

7. Antepasados de Luisa de la Vega Cobo (1845-1931). Luisa —esposa de Fidel Faro— era originaria de La Cavadsa, municipio de Riotuerto, Cantabria. Todos sus antepasados eran de esa zona, aunque, igual que su marido, tiene un poco de sangre flamenca.

8. Antepasados de Paz Domínguez Quintanar (1838-1898). Nuestra bisabuela Paz —mujer de Cándido Madaleno— es la representante de la única rama mexicana. Lo que tiene de mexicano le viene de su madre —Ignacia de Quintanar—, criolla novohispana al 100%. En cambio, el padre de Paz era 100% de origen peninsular: 75% andaluz y 25% gallego. La sub-rama mexicana de Paz tiene un interés especial para nosotros, pues vivimos en México y constituye, por lo tanto, nuestra única raíz profunda en esta tierra. Y, verdaderamente, es profunda la raíz, pues llega hasta los primeros conquistadores de la Nueva España. La investigación que realizamos en 1998 y 1999 sobre los antepasados de nuestra bisabuela Paz Domínguez, tuvo como fruto la publicación de un libro: Víctor Cano Sordo, De la Luisiana a la Nueva España, La Historia de Juan Bernardo Domínguez y Gálvez (1783-1841), Impresora Múltiple, México 1999.

enero 19, 2012

Ramírez de Coy, Contreras y Servín

Armas de un linaje Contreras
        Antepasados de Paz Domínguez Quintanar.

        Ramírez de Coy, Contreras y Servín: Querétaro.

        Recientemente, Fabiola Maldonado Ramírez nos ha proporcionado noticias sobre la posible razón por la cual Narciso de Quintanar (1741-1802), en la exposición que hizo sobre la limpieza de sangre de su familia, para aspirar al cargo de Alguacil Mayor de San Juan del Río, Querétaro, haya mencionado que su suegra Dolores Ruiz Servín, llevaba el apellido “Contreras”.

        Entre los antepasados de doña Dolores Ruiz Servín (c.1718-1802) no hemos encontrado alguno que lleve el apellido “Contreras”, pero sí hemos encontrado que una de sus bisabuelas, por vía paterna, era Juan Ramírez de Coy (Querétaro, 1640).   

        Al parecer, los Ramírez de Coy, de Querétaro, en el siglo XVI, aunque eran “Ramírez”, en ocasiones, anteponían el apellido “Bravo” al “Ramírez”.

        Por ejemplo, en el Catálogo de Pasajeros a Indias del año 1555, encontramos a un Licenciado Bravo, hijo de Hernán Ramírez e Isabel Brava (Catálogo de pasajeros del año 1555) y a su hermano Francisco Bravo Ramírez.

        Doña Fabiola Maldonado nos proporcionó, además, el siguiente registro del Catálogo de Pasajeros a Indias:

“Pasajero L7 E 5589: Sebastián de Contreras, natural de Lepe hijo de Pedro Bravo y Catalina de Contreras con su esposa Francisca Ortiz hija de Francisco de la Mora y Constanza Lorenzo, con su hija Catalina de Contreras y su criada Elvira, 1599”.

        Al parecer, “Pedro Bravo”, realmente era “Pedro Ramírez Bravo”, y su hijo utiliza el apellido materno “Contreras”.

        En el siglo XVI era muy frecuente que, aún más las mujeres, utilizaran el apellido de alguna de sus abuelas o bisabuelas.

        Este puede ser, por tanto, el origen del “Contreras” de doña Dolores Ruiz Servín.

        Doña Fabiola Maldonado dice que los Servín tenían relación con los Ramírez y con los Contreras. Por lo tanto, quizá el apellido “Contreras” de Doña Dolores Ruiz Servín, pudiera venirle por lo “Servín”.

        Son sólo algunos apuntes sin certeza documentada, pero pueden servir para que, más adelante, encontremos una comprobación más precisa.    


enero 17, 2012

Ojeda y Santa Ana


Armas de Ojeda

    Antepasados de nuestra bisabuela Paz Domínguez Quintanar.

    Ojeda: Islas Canarias, Ciudad de México, Salvatierra, Guanajuato

    Santa Ana: Medina de Pomar, Querétaro, Salvatierra, Guanajuato

        En octubre de 2011, recibimos una información proporcionada por Fabiola Maldonado, sobre nuestro linaje Ojeda (Oxeda).

        Los datos que teníamos hasta ahora eran los siguientes: Jerónima de  Oxeda, casó en la Parroquia de la Santa Veracruz (México, D.F.), con Cristóbal de Santa Ana, el 5 de septiembre de 1633.  En la partida de matrimonio están los padres de ambos: Juan Vázquez y María Rodríguez (padres de Cristóbal), y Marcos Martín y María Cecilia.

        Fabiola Maldonado nos añade lo siguiente: Marcos Martín de Oxeda fue esposo de María Sicilia. Ambos pudieron ser italianos. Marcos era hijo de Alonso de Oxeda y nieto del piloto Nuflo Martín, esposo de Inés Oxeda, residentes en las Islas Canarias, cuyos registros pueden consultarse en el árbol genealógico de Fabiola (en Geneanet mfabiola). Nuflo Martín naufragó en un barco cargado de oro y su hijo, Alonso, pidió licencia para traer a su madre, doña Inés, a México. Estos Martín, tienen relación con los Servín y los Ramírez Coy, de Querétaro.

        Hemos puesto al día nuestro linaje Ojeda y también el linaje Santa Ana pues, revisándolo con más calmas, pensamos que el padre de Cristóbal pudo ser Simón de Santa Ana, hijo de Hernando de Santa Ana, originario de Medina de Pomar en las montañas de Castilla.       

enero 16, 2012

Introducción al Blog

Juan Bernardo Domínguez y Gálvez
     Aunque ya en el año 2007 tuvimos la idea de iniciar un blog para incluir en él algunos articulos interesantes sobre genealogía e historia, lo cierto es que el proyecto quedó en espera de una mejor oportunidad.

     Ahora, cinco años después, nos hemos decidido a poner en práctica esa vieja idea, pero variando un poco su objetivo. Lo que haremos a partir de este enero del año 2012, es utilizar este blog para ir dando a conocer los nuevos hallazgos en nuestas investigaciones, además de aprovecharlo para redactar algunos artículos nuestros o reproducir los de otros autores que puedan ser de interés para nuestros lectores.

     En noviembre pasado, BISABUELOS recibió el premio Milagros Llorens 2011, concedido al mejor sitio wed individual de contenido genealógico. Esta distinción nos honra grandemente, y también -onus et honor- nos obliga a tratar de aumentar la calidad de nuestra página de genealogía.

     El retrato que aparece en esta primera entrada del blog es el de nuestro tatarabuelo Juan Bernardo Domínguez y Gálvez (1783-1847). El estudio de su biografía, que antes del año 1998 permanecía prácticamente desconocida para la gran mayoría de sus descendientes, fue como la chispa que nos introdujo en el maravilloso mundo de la genalogía familiar. En diciembre de 1999 pudimos publicar su vida con el título: De la Luisiana a la Nueva España; obra que quería destacar la importancia que tuvo en su vida, y también en la de sus descendientes, el evento ocurrido en octubre de 1813: su destino, desde del Regimiento de Infantería Fijo de la Luisiana, al Ejército de la Nueva España.

     Después de pasar, en distintos regimientos, más de siete  
María Ignacia Quintanar. Oleo sobre tela de Areola Juárez, 1967. Hacer Click para aumentar el tamaño de la imagen.
María Ignacia Quintanar
años, participo, junto Don Agustín de Iturbide, en la toma de la Ciudad de México por el Ejército Trigarante y, por lo tanto, en la consumación de la Independencia de México.

     A partir del estudio de su biografía, nos adentramos también en la impresionante aventura de conocer los antepasados novohispanos de su mujer, Doña Ignacia de Quintanar, sobrina del Mariscal de Campo y más tarde Presidente de la República, Don Luis de Quintanar. Llegar a conocer los orígenes novohispanos y peninsulares de esta rama, en el siglo XVI, fue un verdadero gozo.

     Una vez explorados los antecedentes familiares de nuestra bisabuela Doña Paz Domínguez Quintanar (1838-1998), décima hija de Juan Bernardo e Ignacia, nos metimos a fondo en la tarea conocer el origen familiar de su esposo, el bilbaino Don Cándido Madaleno Gasteasoro, revisando multitud de partidas sacramentales del País Vasco.

     Fue entonces cuando pensamos en el proyecto de proseguir la investigación de nuestros otros seis bisabuelos: un Comandante de Infantería en el Ejército Isabelino (Leandro Cano Gracia), una mujer cántabra que murió muy joven (Manuela Ruiz Escajadillo), un maestro de segunda enseñanza radicado en Valladolid pero de origen flamenco (Fidel Faro Arche), su mujer, cántabra de pura cepa (Luisa de la Vega Cobo) y dos oriundos y con raíces profundas en el Concejo de Llanes, Asturias (Joaquín Sordo Pérez y Ángela Mijares Merodio).

     La tarea ha sido ardua, pero muy fructífera. Nos ha llevado a épocas y lugares remotos que alcanzan la genealogía medieval, tan misteriosa y apasionante.

     Ahora, en enero de 2012, se puede decir que hemos abarcado casi todo el amplio espectro de las posibilidades básicas de investigación familiar, después de quince años de estudio lleno de satisfacciones. Es verdad que nunca se puede dar por terminado el empeño por descubrir nuevas vetas de conocimiento, en este amplio campo. Pero también hay que reconocer que, lo que podamos recoger de ahora en adelante, será a costa de un esfuerzo adicional y extraordinario.

     No obstante, el reto se presenta nuevamente alentador. Si Dios nos da salud y tiempo, no faltará el interés por seguir esta noble tarea de penetrar más y más en las raíces de nuestra historia familiar.

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